martes, 24 de marzo de 2015

POETAS DEL FÚTBOL / FOOTBALL POETS

El guardameta, tal vez, haya sido el jugador de campo más veces citado en la poesía. Es el caso de dos antológicos poemas: uno de Miguel Hernández y otro de Rafael Alberti.
De Miguel Hernández, “Elegía al Guardameta” dedicado al portero del Orihuela, Lolo, que tras una larga estirada para atenazar el balón, muere al estrellarse contra a uno de los postes de la portería.

ELEGÍA AL GUARDAMETA
                        A Lolo, joven en la portería del cielo de Orihuela.

Tu grillo, por tus labios promotores,
de plata compostura,
árbitro, domador de jugadores,
director de bravura,
¿no silbará la muerte por ventura?
En el alpiste verde de sosiego,
de tiza galoneado,
para siempre quedó fuera de juego
Sanpedro, el apostado
en su puerta de cáñamo añudado.
Goles para enredar en sí, derrotas,
¿no la mundial moscarda?
que zumba por la punta de las botas,
ante su red aguarda
la portería aún, araña parda.
Entre las trabas que tendió la meta
de una esquina a otra esquina
por su sexo el balón, a su bragueta
asomado, se arruina,
su redondez airosamente orina.

Delación de las faltas, mensajeras
de colores plurales,
amparador del aire en vivos cueros,
en tu campo, imparciales
agitaron de córner las señales.

Ante tu puerta se formó un tumulto
de breves pantalones
donde bailan los príapos su bulto
sin otros eslabones
que los de sus esclavas relaciones.
Combinada la brisa en su envoltura
bien, y mejor chutada,
la esfera terrenal de su figura
¡cómo! fue interceptada
por lo pez y fugaz de tu estirada.


Te sorprendió el fotógrafo el momento
más bello de tu historia
deportiva, tumbándote en el viento
para evitar victoria,
y un ventalle de palmas te aireó gloria.

Y te quedaste en la fotografía,
a un metro del alpiste,
con tu vida mejor en vilo, en vía
ya de tu muerte triste,
sin coger el balón que ya cogiste.
Fue un plongeón mortal. Con ¡cuánto! Tino
y efecto, tu cabeza
dio al poste. Como un sexo femenino,
abrió la ligereza
del golpe una granada de tristeza.
Aplaudieron tu fin por tu jugada.
Tu gorra, sin visera,
de tu manida testa fue lanzada,
como oreja tercera,
al área que a tus pasos fue frontera.
Te arrancaron, cogido por la punta,
el cabello del guante,
si inofensiva garra, ya difunta,
zarpa que a lo elegante
corroborada tu actitud rampante.
¡Ay fiera!, en tu jaulón medio de lino,
se eliminó tu vida.
Nunca más, eficaz como un camino,
harás una salida
interrumpiendo el baile apolónida.
Inflamado en amor por los balones,
sin mano que lo imante,
no implicarás su viento a tus riñones,
como un seno ambulante
escapado a los senos de tu amante.
Ya no pones obstáculos de mano
al ímpetu, a la bota
en los que el gol avanza. Pide en vano,
tu equipo en la derrota,
tus bien brincados saques de pelota.
A los penaltis que tan bien parabas
acechando tu acierto,
nadie más que la red le pone trabas,
porque nadie ha cubierto
el sitio, vivo, que has dejado, muerto.
El marcador, al número al contrario,
le acumula en la frente
su sangre negra. Y ve el extraordinario,
el Sampedro suplente,
vacío que dejó tu estilo ausente. (Continuará)

Del libro: Poetas del Fútbol
Dr. Carlos Fernández del Ganso


The goalkeeper, perhaps, has been the player of field more often cited in poetry. It is the case of two memorable poems: one by Miguel Hernández and another one from Rafael Alberti

By Miguel Hernández, “Elegy to the goalkeeper” poem dedicated to the goalkeeper from Orihuela, Lolo, which after a long stretch to grip the ball died after crashing against one of the posts of the goal.

ELEGY TO THE GOALKEEPER

To Lolo young in the goal from the sky of Orihuela.

Your cricket, for your promoter lips,
of  composure silver,
referee, tamer of players,
director of bravery,
could death whistle by joy?
in the green canary grass of calm
braided of chalk,
forever remained offside
Saint Peter, the bet
at his door of knotted hemp.
Goals to entangle itself, defeats
Not the global blowfly?
that buzzes by the tip of the boots
facing his trap awaits
yet the goal, dun spider.
Among the obstacles that the goal tended,
from one corner to another corner
by its sex the ball, to its fly,
poking out, he is ruined
his roundness jauntily urines.

Denunciation of the offences, messengers
of diverse colours,
protective of the air in intense leather,
in your field, imparcial
they shaked of corner  the signs.

At your door a tumult was formed
short pants
where the penises  danced their lumps
no other links
than their slave relationships
The breeze combined in its wrapper
well, and better kicked,
the earthly sphere of his figure
How come! It was intercepted
by the fish and fleeting of you stretch.

The photographer caught you the most beautiful moment
of your sporting story,
by lying down in the wind
to avoid victory
and a fan of palms aired you glory.

And you stood in the picture,
a meter from the canary grass
with your better life in suspense, already on track
of your sad death,
without catching the ball that you already caught.
It was a mortal plongeón. With !much! Tino
and effect, your head
he hit the post. As a female sex,
he oponed the lightness
suddenly a  grenade of sadness.
The clapped your end for your play.
Your cap, without visor
from your trite head was thrown,
as third ear,
to the area that was limit to your border.
You were dragged, caught by the tip,
the hair of the glove,
if harmless claw, already corpse,
paw that to the elegant
Corroborated your rampant attitude.
Woe beast!, in your half big linen cage,
your life was eliminated.
Anymore, effective as a way,
you will make an exit
Interrupting the apolónida dance.
Ignited in love by the balls,
without hand that magnetize it,
you will not implicate its wind to your kidneys,
as a traveling bosom
escaped to the bosom of your lover.
no longer you put obstacles of hand
to the vigour, to the boot
in the one that the goal advances. He asks for nothing,
your team in the defeat,
your good jumps,kick ball.
To the penalties that you stopped so well
stalking your sucess,
anyone but the net puts him obstacles,
because no one has covered
the place, alive, that you have left, death.
The scoreboard, to the number to the contrary,
it acumulates him in the forehead
his black blood. And he sees the extraordinary,
the reserve, Sampedro,
emptiness that left your style  absent.
(To be continued)

From the book: Football Poets
Dr. Carlos Fernández del Ganso






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