martes, 22 de noviembre de 2011

PSICOANÁLISIS Y FÚTBOL -La variable afectiva en la alta dirección-

LA VARIABLE AFECTIVA EN LA ALTA DIRECCIÓN


Todos tenemos necesidades económicas y afectivas. Las Necesidades afectivas de sentirnos queridos, valorados, reconocidos son, a veces, más importantes que las económicas. De estos dos tipos de necesidades se desprende: una demanda, un pedido de sueldo, de reconocimiento social, de pertenencia al club. Las necesidades, siempre subjetivas, son las que generan el deseo. Sin necesidades no hay deseo.
No hay en el sujeto ninguna necesidad que no pase por la demanda de amor y por el deseo sexual.
En la preparación y formación de todo profesional deportivo se debe conocer dos principios: 1) Eliminar el cuerpo no vale. 2) Eliminar lo psíquico no vale.
Los que pretendan formarse como directivos, técnicos o jugadores se equivocan si no consideran el cuerpo y el psiquismo; resultando un fanatismo ideológico trabajar solamente con una de las dos facetas del ser humano. Y el afán de buscar la perfección fomenta lo bélico por pretender ser lo que no son. Si no fuésemos tan buenos seriamos mejores y en la maestría se cumple que el maestro no enseña, de un maestro se aprende.
Se puede desear lo mejor para uno mismo y para los demás. A veces no deseamos lo mejor, rechazamos ayudas, mostramos desprecio en nuestros actos. Y como Directores Deportivos se pueden encontrar en el desempeño de su función con colaboradores que sienten envidia y maltratan a los compañeros, o empleados que muestran “inconscientemente” un complejo de inferioridad y sentimientos de culpa, o situaciones de gran intolerancia, boicot en los proyectos y, entonces ¿qué hacer?
Partamos de la siguiente hipótesis de trabajo: “Los sentimientos nos engañan”
La conciencia percibe sólo lo que nos interesa. Decíamos antes que la conciencia funciona como los órganos de la percepción (ojos, oídos, piel…). La conciencia tiene ojos para fuera y para dentro y, aquella información que más interesa al sujeto, como la conciencia no la puede acumular, pasa en forma de recuerdo al inconsciente y, allí lo almacena en la memoria. En la memoria está todo lo aprendido (los sentimientos también se aprenden) Todos tenemos una manera de amar, de odiar, que adquirimos principalmente en el entorno familiar.
Los sentimientos son susceptibles de engaño, prueba de ello es que a veces amamos lo que nos hace mal, odiamos a alguien que nos ayudó, tropezamos varias veces con la misma piedra, creemos firmemente que el sol gira, se mueve alrededor de nosotros y que uno mismo es el centro del universo o de su familia o lo más importante de su equipo, cuando en realidad es la tierra la que gira alrededor del sol, somos todos reemplazables y nuestra manera de amar, de trabajar, de negociar, ya está escrita en algún libro aunque no lo hayamos leído.
Los sentidos nos dan una información de la realidad que siempre se desdobla en manifiesto y latente, es decir una apariencia de las cosas, un conocimiento y desconocimiento de los hechos. Así miramos el sol y vemos como sale, como se oculta, tenemos la sensación, que nos dan los ojos, de que el sol se mueve cuando en realidad es la tierra la que gira alrededor del sol. Conozco el sol y desconozco su movimiento real, confundiéndolo con el movimiento aparente, del que me informan los órganos de los sentidos.
En cada acto humano se realiza un deseo inconsciente.
Otro ejemplo de que los sentimientos nos engañan: conocemos a una persona y el primer día sin apenas hablar con ella nos cae mal, unas semanas después nos hacemos amigos y terminamos confesando lo que el primer día nos pareció.
En realidad cuando rechazamos a alguien, es algo de nosotros que rechazamos, es algo de nosotros con lo que no estamos de acuerdo, aunque generalmente le echemos la culpa al otro o a la realidad. Siempre vemos la paja en el ojo ajeno. Los defectos, los malos pensamientos los desplazamos, gracias al mecanismo llamado de Identificación. La Identificación es un mecanismo por el cual ponemos en los demás características de lo que fuimos, de lo que somos o de lo que nos gustaría ser.
Entonces la frase “los sentimientos y los sentidos nos engañan” habría que transformarla en que “nos interesa” dejarnos engañar por los sentidos y los sentimientos. Es decir, vemos lo que no hay, esperamos que se cumpla lo que nunca pactamos, pretendemos que nos quieran sin hacer nada a cambio. Vamos a veces por la vida con un carácter de excepción (si tuve mala infancia me considero con derechos extras, por ejemplo impunidad para maltratar) Los sujetos nos engañamos a nosotros mismos para llevar siempre la razón, para imponer nuestra verdad. Aunque con ello nos fastidiemos la vida. Y cuando no queremos reconocer algo que nos pasa, eso que no queremos reconocer, maneja nuestra vida.
Cuando escuchamos y miramos, siempre lo hacemos desde modelos ideológicos aprendidos. Para todos nosotros existe lo que llamamos “nuestra verdad”.
La manera de ver la vida, está determinada por cómo piensa y cómo siente cada uno. El problema puede surgir cuando creemos que esa verdad, esa manera de pensar es la única manera de pensar. Cuando decimos “yo soy así” “es mi manera de ser, de pensar”, negamos las diferentes maneras de ser o de pensar. Entonces los sentidos no nos engañan, sino que los utilizamos para ser engañados por nosotros mismos, Así a veces juzgamos a los demás por la apariencia y pre-suponemos, pre-juzgamos, es decir hacemos juicios de atribución, le atribuimos al otro, lo que previamente pensamos, en lugar de escucharlo, de ejercer la tolerancia y aceptar las diferencias de las cuales se pueden disfrutar y con lo que además se puede hacer negocios.
También nos engañamos cuando hacemos responsable a la realidad de todos los males que nos aquejan y, no nos implicamos como actores principales de nuestras vidas, aceptando que si a uno le pasó “eso”; algo tendrá que ver con su vida.
Hacer responsables siempre a: los jugadores, al compañero, al entrenador, a los árbitros, al terreno de juego y no hacerse responsable, cada uno, de estar implicado en esa derrota, en esa clasificación inadecuada, en esos conflictos permanentes con la prensa o en la debacle económica; es propio de personas muy narcisistas que utilizan sus sentimientos para engañarse y vivir engañados, aunque no engañen a nadie, a no ser que sean cómplices y por ende responsables de un narcisismo exacerbado.
La valentía de la autocrítica, analizada, termina venciendo la cobardía, silenciosa, que todo lo crítica.
Cuando queremos llevar la razón en cualquier negociación, conversación, es otra manera clásica de engañarnos, poniendo en peligro nuestro trabajo. Le colgamos el “san benito” a otro y aunque no nos lo creemos ni nosotros mismos, vamos así por la vida.
Recomendamos en estos casos: primero aceptar que algo inadecuado está pasando, segundo reconocer que está uno implicado en eso perjudicial que sucede y en un tercer paso y sólo si se dan los dos primeros, existe la posibilidad de cambiar la situación, pudiendo llegar a verdaderas transformaciones en el saber hacer.
Las transformaciones permiten pasar de tener una vida de segunda a una vida de primera, dejar de ser un equipo mediocre y aspirar a ser campeón. De ocupar puestos sin gran relevancia a trabajar en clubes con gran prestigio y solera, de la soledad al trabajo grupal de liderar deportivamente un club.
Todo se construye. Y cuando sostenemos un engaño de nuestros sentimientos, (que no son otra cosa que maneras de pensar) es para no reconocer algún deseo inconsciente, contrario a lo que decimos que queremos.
Una fórmula muy importante, cuando decimos que queremos algo, pero no podemos conseguirlo, en realidad lo que queremos es otra cosa, que no reconocemos. Porque cuando uno tiene las condiciones necesarias para conseguir algo y “no puede”, en realidad “no quiere”.
Y si preguntan ¿cómo se aprende a desear? A desear se aprende deseando, es decir con la repetición. Por ejemplo: ¿cómo se desea leer? primero hay que leer, y manteniéndose leyendo se llega a desear leer. A jugar se aprende jugando y después se podrá alcanzar la lectura como producción y el deseo de jugar, desde ahí reconstruir los pasos, los mecanismos que intervinieron en el proceso de aprendizaje.
La realidad que todos tenemos es la realidad que hemos sido capaces de producir y, algo tiene que ver con nuestros deseos inconscientes, aunque nos vaya mal. Algo se satisface en el sujeto aunque sea una derrota, un despido, un fracaso o un triunfo. Siempre algún deseo se satisface, aunque conscientemente se sufra, si investigamos el caso, llegamos a ver que algo se satisface en cada acto. A veces los deseos inconscientes de sufrir son tan grandes, tan necesarios para ese sujeto, que prefiere huir antes que perder. Hay que aprender a perder y después, viene lo más difícil, aprender a ganar.
Un líder, un director deportivo, un entrenador, un coordinador, un hombre debe aprender a ganar, a perder y a delegar. Y es más fácil aprender a perder que a ganar. Hay más intolerancia, en el sujeto, al éxito que al fracaso. Estamos más acostumbrados a los problemas, a la escasez, a la derrota que al triunfo.
La permanencia en la cresta de la ola y los niveles de liderazgo permanente conllevan un trabajo que está al alcance, sólo, del que no se creyó que ya consiguió, que ya ganó. No hay lugar al cual acceder desde donde poder decir: “ya llegué y no hago más”. Todo es con gran trabajo y sólo desde la repetición se accede al goce del triunfo. Triunfan los que permanecen.



Del Libro: FÚTBOL Y PSICOANÁLISIS

Autor: Dr. Carlos Fernández
Nº Reg. Prop. Intelectual: 6190/2010

2 comentarios:

  1. Considero que este artículo es de gran valor para todos aquellos que están interesados con las dinámicas de los grupos. Tanto en el deporte como en lo social. Me siento muy identificado con las ideas expuestas y me alegra comprobar de que exista un trabajo científico al respecto, pero especialmente que el autor lo esté compartiendo. Detrás del mismo hay mucho esfuerzo personal y trabajo, es de agradecer.

    Felicidades y gracias!

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  2. gracias Anónimo por tu comentario

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