martes, 17 de noviembre de 2009

Conferencia impartida por el Dr. Carlos Fernández en el CURSO SUPERIOR DE DIRECTORES DEPORTIVOS de la RFEF


PSICOANÁLISIS Y FÚTBOL


INTRODUCCIÓN (2ª Parte)


Estos temas van dirigidos a todos aquellos que viven del y para el fútbol, sobre todo si aceptamos que estamos implicados en lo que nos sucede. Y esto es ya una primer fórmula que les doy, de aplicación directa y fundamental: Todos estamos implicados en todo lo que nos pasa, de una u otra manera. Si negamos esta situación de entrada (que podemos conversar) nada de lo que sigue les servirá. ¿continuamos?
Y hablamos de implicación. Quiere esto decir que los partidos de fútbol se ganan desde el principio, desde el tono de voz con el que damos los buenos días. Y no digamos de las conversaciones en el vestuario, las relaciones con familiares, técnicos, directivos, los pactos y afectos entre compañeros…
Alguno de ustedes puede decir ¿somos culpables de todo lo que nos pasa? Dije implicados, es decir responsables. Si alguien se siente culpable de lo que le sucede, puede revisar su manera de pensar.
Cuando conversamos con los organizadores del curso (a los cuales aprovecho para agradecer una vez más la oportunidad de participar en el curso) nos preguntamos qué podría resultar de mayor utilidad, para los Directores Deportivos en particular y para cualquier profesional que participe del fútbol en general. Y concluimos que partiendo de los temas que se trabajan en los diferentes módulos, hablar de la Personalidad y los Afectos, presenta una aplicación directa y una gran importancia en el trabajo de cada uno de ustedes.
Comencemos rescatando algunos conceptos básicos de psicoanálisis. El Doctor Sigmund Freud, médico vienes, nace en 1856 y después de largas investigaciones, publica en el año 1900 “La Interpretación de los Sueños”, obra científica, texto de ruptura donde se muestra por primera vez en la historia de la humanidad, del pensamiento: el aparato psíquico conformado por tres instancias fundamentales: El Inconsciente, el Preconsciente y la Conciencia.
Copérnico, Darwin y Marx, habían producido en la historia del conocimiento otras rupturas, es decir distanciamiento de la realidad al develar cegueras en el hombre, produciendo descubrimientos científicos (aplicables a todos los humanos en todos los casos). Por ejemplo después de Copérnico ni la tierra era plana, ni es el centro del universo, ni el sol gira alrededor de la tierra. Después de Freud ni la conciencia es el centro del psiquismo, las palabras y las cosas no coinciden, y no hay nadie indispensable ni siquiera en nuestras familias.
Decíamos que el aparato psíquico consta de: La conciencia, que funciona como un órgano receptor de información, como una pantalla, tanto de los estímulos que proceden del exterior como de aquello que sentimos por “dentro”. La conciencia no tiene capacidad de almacenamiento (se saturaría si lo que percibe se quedase en ella) de modo que todo aquello que le impacta a la persona, pasa y lo guarda en otra instancia: El Preconsciente. Y el Preconsciente con un pequeño ejercicio de reflexión es capaz de hacerlo consciente de nuevo, y si lo percibido tiene una carga afectiva muy grande, (como todo lo que sucede en la infancia) es guardado en otra instancia: El Inconsciente. Inconsciente al que sólo se puede acceder a través del Método psicoanalítico: Interpretación y Construcción de la historia de deseos de ese sujeto particular.
El Inconsciente es el lugar donde se hallan los recuerdos, la memoria, los afectos, los sentimientos y desde donde se estructura la personalidad y el pensamiento.
Todos tenemos deseos, ambivalencias afectivas, sentimientos hostiles, sed de venganzas, capacidad de amar y dimensión suficiente para odiar. Todos sentimos en algún momento tristeza, agresividad, intolerancia, angustia, inseguridad, supersticiones y un largo elenco de afectos, un catalogo completo, de modo tal que les aseguro que a lo largo de la jornada laboral pasamos por varios estados de ánimo diferente. En un día de entrenamiento, en largas convocatorias ante grandes eventos, en un partido podemos pasar por diferentes estados de ánimo. Esto es normal, lo sintomático o patológico sería quedarse detenido en uno solo de los sentimientos o que no aparezca el que corresponde a cada situación vital del sujeto.
No voy a llenarles con datos científicos (no se trata de eso hoy) quiero señalar que en todos los sujetos hay cuestiones que desconocemos, lugares donde se fraguan nuestros pensamientos, afectos, memoria, recuerdos e inteligencia. Asimismo hay estructuras que intervienen en estas relaciones como son: el Super Yo, el Ello, el Yo, mecanismos como la Represión, la Forclusión, la Negación. Sistemas con relaciones intersistémicas e intrasistémicas, todo un entramado de operaciones y mecanismos, perfectamente estudiados que dan cuenta de cómo y para qué amamos, trabajamos, nos agrupamos, peleamos, envidiamos, sentimos celos, nos ponemos agresivos, soñamos, etc. El humano todo, absolutamente todo lo hace para algo y/o para alguien.
Por ejemplo diferenciamos la Personalidad en un Yo, un Ello y un Super Yo. El Super Yo tiene entre otras las funciones de autoobservación, conciencia moral y se relaciona con los ideales del sujeto, a su vez es el heredero del complejo de Edipo y con ello una especie de abogado tendente a la perfección, es un permanente fiscal conversando con un juez, sin estar presente el abogado defensor, además mantiene relaciones con la realidad exterior. El Yo representa en la vida anímica la razón y la reflexión, una de sus funciones principales es el movimiento, mientras que el Ello representa las pasiones indómitas, es un caldero hirviente de pulsiones, de pasiones, no conoce tiempos ni espacios, únicamente le interesa mostrarse, aparecer, aunque con ello pusiere en peligro al sujeto.
El yo sirve o tiene tres amos: la Realidad, el Super Yo y el Ello. Por encargo del Ello rige el yo los accesos a la motilidad, pero ha interpolado entre la necesidad y el acto un aplazamiento en forma de actividad del pensamiento, durante el cual utiliza los residuos mnémicos de la experiencia. De este modo ha destronado el principio del placer, que rige ilimitadamente el curso de los procesos en el Ello, y lo ha sustituido por el principio de la realidad que promete mayor seguridad y eficacia.
El Yo del sujeto es débil frente a los amos a los que sirve, así cuando el Yo tiene que reconocer su debilidad se anega en angustia. Angustia real ante el mundo exterior, angustia moral frente al Super Yo, y angustia neurótica ante la fuerza de las pasiones en el Ello. Y hay cierta cuota de angustia necesaria, de incertidumbre que hay que aprender a tolerar, para poder crecer o mantenerse en el próximo paso, cargo laboral o triunfo deportivo.
En el psicoanálisis de un sujeto se pretende robustecer el yo, hacerlo más independiente del Super Yo, ampliar su campo de percepción y desarrollar su organización, de manera tal que pueda apropiarse de nuevas partes del Ello, algo así como ganarle terreno al mar. Donde era Ello, ha de ser Yo.
Y así podríamos continuar, pero es materia de un curso de varios años de duración. Cuestiones todas ellas que a la humanidad siempre le interesaron, pero que hasta el año 1900 no se descubrieron: ¿qué hacer con los afectos? ¿por qué nos pasan estas cuestiones con los sentimientos?

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