El guardameta, tal
vez, haya sido el jugador de campo más veces citado en la poesía. Es el caso de
dos antológicos poemas: uno de Miguel Hernández y otro de Rafael Alberti.
De Miguel Hernández,
“Elegía al Guardameta” dedicado al portero del Orihuela, Lolo, que tras una
larga estirada para atenazar el balón, muere al estrellarse contra a uno de los postes de la
portería.
ELEGÍA AL GUARDAMETA
A Lolo, joven en la
portería del cielo de Orihuela.
Tu grillo, por tus
labios promotores,
de plata compostura,
árbitro, domador de
jugadores,
director de bravura,
¿no silbará la
muerte por ventura?
En el alpiste verde
de sosiego,
de tiza galoneado,
para siempre quedó
fuera de juego
Sanpedro, el
apostado
en su puerta de
cáñamo añudado.
Goles para enredar
en sí, derrotas,
¿no la mundial
moscarda?
que zumba por la
punta de las botas,
ante su red aguarda
la portería aún,
araña parda.
Entre las trabas que
tendió la meta
de una esquina a
otra esquina
por su sexo el
balón, a su bragueta
asomado, se arruina,
su redondez airosamente
orina.
Delación de las
faltas, mensajeras
de colores plurales,
amparador del aire
en vivos cueros,
en tu campo,
imparciales
agitaron de córner
las señales.
Ante tu puerta se
formó un tumulto
de breves pantalones
donde bailan los
príapos su bulto
sin otros eslabones
que los de sus
esclavas relaciones.
Combinada la brisa
en su envoltura
bien, y mejor
chutada,
la esfera terrenal
de su figura
¡cómo! fue
interceptada
por lo pez y fugaz
de tu estirada.
Te sorprendió el
fotógrafo el momento
más bello de tu
historia
deportiva,
tumbándote en el viento
para evitar
victoria,
y un ventalle de
palmas te aireó gloria.
Y te quedaste en la
fotografía,
a un metro del
alpiste,
con tu vida mejor en
vilo, en vía
ya de tu muerte
triste,
sin coger el balón
que ya cogiste.
Fue un plongeón
mortal. Con ¡cuánto! Tino
y efecto, tu cabeza
dio al poste. Como
un sexo femenino,
abrió la ligereza
del golpe una
granada de tristeza.
Aplaudieron tu fin
por tu jugada.
Tu gorra, sin
visera,
de tu manida testa
fue lanzada,
como oreja tercera,
al área que a tus
pasos fue frontera.
Te arrancaron,
cogido por la punta,
el cabello del
guante,
si inofensiva garra,
ya difunta,
zarpa que a lo
elegante
corroborada tu
actitud rampante.
¡Ay fiera!, en tu
jaulón medio de lino,
se eliminó tu vida.
Nunca más, eficaz
como un camino,
harás una salida
interrumpiendo el
baile apolónida.
Inflamado en amor
por los balones,
sin mano que lo
imante,
no implicarás su
viento a tus riñones,
como un seno
ambulante
escapado a los senos
de tu amante.
Ya no pones obstáculos
de mano
al ímpetu, a la bota
en los que el gol
avanza. Pide en vano,
tu equipo en la
derrota,
tus bien brincados
saques de pelota.
A los penaltis que
tan bien parabas
acechando tu
acierto,
nadie más que la red
le pone trabas,
porque nadie ha
cubierto
el sitio, vivo, que
has dejado, muerto.
El marcador, al
número al contrario,
le acumula en la
frente
su sangre negra. Y
ve el extraordinario,
el Sampedro
suplente,
vacío que dejó tu
estilo ausente. (Continuará)
Del
libro: Poetas del Fútbol
Dr.
Carlos Fernández del Ganso
The
goalkeeper, perhaps, has been the player of field more often cited in poetry.
It is the case of two memorable poems: one by Miguel Hernández and another one
from Rafael Alberti
By
Miguel Hernández, “Elegy to the goalkeeper” poem dedicated to the goalkeeper
from Orihuela, Lolo, which after a long stretch to grip the ball died after
crashing against one of the posts of the goal.
ELEGY TO THE GOALKEEPER
To
Lolo young in the goal from the sky of Orihuela.
Your cricket,
for your promoter lips,
of composure silver,
referee,
tamer of players,
director
of bravery,
could
death whistle by joy?
in the
green canary grass of calm
braided of chalk,
forever
remained offside
Saint
Peter, the bet
at his
door of knotted hemp.
Goals
to entangle itself, defeats
Not
the global blowfly?
that
buzzes by the tip of the boots
facing
his trap awaits
yet
the goal, dun spider.
Among
the obstacles that the goal tended,
from
one corner to another corner
by its
sex the ball, to its fly,
poking
out, he is ruined
his
roundness jauntily urines.
Denunciation of the offences, messengers
of
diverse colours,
protective
of the air in intense leather,
in
your field, imparcial
they
shaked of corner the signs.
At
your door a tumult was formed
short
pants
where
the penises danced their lumps
no
other links
than
their slave relationships
The
breeze combined in its wrapper
well,
and better kicked,
the
earthly sphere of his figure
How
come! It was intercepted
by the
fish and fleeting of you stretch.
The
photographer caught you the most beautiful moment
of
your sporting story,
by
lying down in the wind
to
avoid victory
and a
fan of palms aired you glory.
And
you stood in the picture,
a
meter from the canary grass
with
your better life in suspense, already on track
of your sad death,
without
catching the ball that you already caught.
It was
a mortal plongeón. With !much! Tino
and
effect, your head
he hit
the post. As a female sex,
he
oponed the lightness
suddenly
a grenade of sadness.
The
clapped your end for your play.
Your cap, without
visor
from
your trite head was thrown,
as third ear,
to the
area that was limit to your border.
You
were dragged, caught by the tip,
the
hair of the glove,
if
harmless claw, already corpse,
paw that to the
elegant
Corroborated your
rampant attitude.
Woe
beast!, in your half big linen cage,
your life was
eliminated.
Anymore,
effective as a way,
you
will make an exit
Interrupting
the apolónida dance.
Ignited
in love by the balls,
without
hand that magnetize it,
you
will not implicate its wind to your kidneys,
as a traveling bosom
escaped
to the bosom of your lover.
no
longer you put obstacles of hand
to the
vigour, to the boot
in the
one that the goal advances. He asks for nothing,
your
team in the defeat,
your
good jumps,kick ball.
To the
penalties that you stopped so well
stalking your
sucess,
anyone
but the net puts him obstacles,
because no one has
covered
the
place, alive, that you have left, death.
The
scoreboard, to the number to the contrary,
it
acumulates him in the forehead
his black blood. And he sees the
extraordinary,
the reserve, Sampedro,
emptiness
that left your style absent.
(To be continued)
From the book: Football Poets
Dr. Carlos Fernández del Ganso
No hay comentarios:
Publicar un comentario